lunes, 11 de enero de 2010

Lo que el dinero no puede comprar



Celebré mi cumpleaños número mnfghrstiseis en familia viendo Avatar en 3D.
La primera vez que vi película en 3D fue a comienzos de los 80. La daban en el cine Santa Lucía. Era una cuestión de murciélagos y vaqueros, más mala que atún con manjar. Pero había que verla. Era la novedad del año.

El prodigio se producía mediante la proyección de dos imágenes similares superpuestas. Una para el ojo izquierdo y otra para el derecho. Unos anteojos de cartulina con un par de celofanes verde y rojo filtraban lo que el cerebro ve como una sola imagen tridimensional.